Estudiantes que no saben leer sus propios diplomas.



«Estamos graduando estudiantes que no saben leer sus propios diplomas, que no pueden escribir una frase coherente ni resolver problemas de matemĆ”tica elemental».




Estas declaraciones  corresponden a Tomy Thompson, gobernador de Wisconsin (EE.UU.) y vicepresidente de la reuniĆ³n Cumbre Educativa convocada por el presidente Clinton en Palisadas (NY) en los dĆ­as previos a la Semana Santa... Esa Cumbre educativa acogiĆ³ a 41 gobernadores y a representantes de grandes compaƱƭas que, por ser lĆ­deres en Ć”reas de la comunicaciĆ³n, tienen interĆ©s en la educaciĆ³n contemporĆ”nea (IBM, AT&T, Eastman Kodak, etc.). 
Se coincidiĆ³ -como siempre- en el diagnĆ³stico sobre fallas de pertinencia, sobre la baja condiciĆ³n de la enseƱanza bĆ”sica y sobre el papel formativo de la juventud. Fue interesante que los lĆ­deres de las grandes empresas no expresaran quejas sobre las fallas de orientaciĆ³n tecnolĆ³gica: «Nosotros podemos enseƱarles administraciĆ³n, tĆ©cnicas de mercado, etc. Lo que nos incomoda es que tengamos que enseƱarles a leer, a computar, a comunicarse y a pensar» (texto en cursiva, PeƱalver, L.: 1996: 1-4.).

El espĆ­ritu de la Ć©poca nos acerca a realidades difĆ­ciles, cargadas de misterios, hijas de las paradojas; se han diluido las grandes totalizaciones y los grandes proyectos que permitĆ­an conformar explicaciones y alternativas, creando certezas allĆ­ donde el futuro se delineaba con cierta precisiĆ³n y elaboraciĆ³n, aportando los elementos para la estructuraciĆ³n de paradigmas, alimento de las prĆ”cticas del saber. DirĆ­amos, con el poeta Octavio Paz: «Los tiempos de ahora son tiempos de profundo desamparo espiritual, y, se podrĆ­a aƱadir, son los tiempos de la incertidumbre, de grandes ansiedades, pero tambiĆ©n son momentos para buscar en el diĆ”logo con lo complejo, nuevos y originarios modos de estar en la vida».

La enseƱanza y la educaciĆ³n constituyen un espacio rico en posibilidades para leer el espĆ­ritu de la Ć©poca. Sus relaciones con la construcciĆ³n de saberes, su docencia, marcan de por sĆ­ caminos donde de muchas maneras se juegan los modos de existir. Los saberes nos ligan a los misterios del vivir, nos preguntan por lo individual y lo colectivo, nos interrogan sobre la creaciĆ³n cultural, nos separan e integran con la naturaleza, nos acercan y disimulan en las relaciones llamadas de poder, rozan el goce, el placer, el amor y lo erĆ³tico, se internan en lo sombrĆ­o y lo escondido de las violencias.

En ese juego de saberes estĆ” siempre presente la dimensiĆ³n de los OTROS. Las relaciones del saber son una expresiĆ³n de la complejidad de la vida misma, se mueven en un territorio de incertidumbres, las preguntas nacen con lo incierto y sus riquezas van apareciendo como expresiones de lo diverso cuando la libertad se asoma. Igualmente, nos topamos con estilos de vida que caminan buscando las certidumbres, las unicidades y las respuestas. Son los contrastes entre las perspectivas monologantes y las imbuidas por el diĆ”logo.

Ahora bien, las relaciones que diferencian lo educativo y lo pedagĆ³gico estĆ”n surcadas por las relaciones del saber -su creaciĆ³n, circulaciĆ³n, modo de enseƱar-, las redes de relaciones que se van haciendo para su aprehensiĆ³n, conquista, construcciĆ³n e imposiciĆ³n -depende del cristal con que se mire-, dan origen a modos de organizarlas, se van institucionalizando y crean las maneras o estilos de enseƱanza en determinadas Ć©pocas. Tal es el caso de la apariciĆ³n de la Escuela Moderna, que estructura su saber, el sujeto protagĆ³nico llamado maestro, la instituciĆ³n escolar y la escolarizaciĆ³n como estilo de organizaciĆ³n y pensamiento.

AsĆ­, la enseƱanza no puede ser pensada, como hoy suele ocurrir, como una dinĆ”mica centrada en el espacio/tiempo escolar. Ella, si se lee histĆ³ricamente, nos da la posibilidad de entender sus implicaciones Ć©ticas y estĆ©ticas, sus relaciones con los saberes desde su interioridad; allĆ­ se abraza con la formaciĆ³n, el aprendizaje y la educaciĆ³n; revela una forma localizada de construir la cultura, y, muy especialmente, una manera de mirar las Ć©pocas. Olga LucĆ­a Zuluaga, con esa penetrante mirada que la hace navegar polĆ­ticamente por la PedagogĆ­a, sostiene en relaciĆ³n con la enseƱanza una perspectiva que abre un abanico de reflexiones:

«Quiero enunciar como hipĆ³tesis de trabajo que hoy en dĆ­a el lugar de elaboraciĆ³n de la PedagogĆ­a ya no es la escuela, sino la ciencia. No es que la PedagogĆ­a no pueda pensar la escuela o deje de pensar la escuela, sino que el concepto de escuela no es ya la finalidad que enmarca las conceptualizaciones, el que traza el entorno de la enseƱanza» (Zuluaga, O.L.: 1993: 120).

Por ello pensamos que estamos en las cercanĆ­as de sentir como una necesidad la construcciĆ³n de un pensamiento pedagĆ³gico, capaz de leer el espĆ­ritu de la Ć©poca, sin las obnubilaciones ni las aceleraciones de lo novedoso, que sea capaz, desde su corporeidad, de bucear en lo incierto, lo indeterminado, lo simultĆ”neo, lo liviano, lo especĆ­fico; allĆ­ donde se reacomodan los espacios, se globalizan, y, paradĆ³jicamente, se localizan las relaciones y se vivencian de una manera inĆ©dita lo local, lo nacional y lo internacional.

Vuelven a surgir las viejas y originarias preguntas por el saber, por el poder y por nosotros mismos. MĆ”s aĆŗn cuando todo parece indicar que la producciĆ³n, la acumulaciĆ³n y la circulaciĆ³n de saberes y conocimientos estĆ”n coloreando una Ć©poca y permiten sospechar que, en el derrumbamiento de las grandes teorĆ­as, hay una invitaciĆ³n a vivir, a sentir y a pensar de una manera muy diferente, desde el cuidado de nosotros mismos, desde nuestras propias cercanĆ­as.

La vida cotidiana: lugar de incertidumbres

«Lo que se esboza, de esta manera, como un horizonte para tu siglo es el aumento de la complejidad en la mayorĆ­a de los dominios, incluso en los modos de vida, en la vida cotidiana. Por ello, se percibe que hay una tarea decisiva: hacer que la humanidad estĆ© en condiciones de adaptarse a unos medios de sentir, de comprender y de hacer muy complejos, que exceden lo que ella reclama» (Lyotard: 1987:99).

Lo cotidiano aparece, en las actuales circunstancias, como un lugar para la reflexiĆ³n y el debate. Los modos de conocimiento y los diversos paradigmas que han dominado, han visto la cotidianidad a travĆ©s de conceptos y nociones tales como totalidad y generalidad. La vida diaria ha sido concebida como un accidente en el despliegue de las diversas racionalidades, la disyunciĆ³n entre conocimiento vulgar y cientĆ­fico, goce y trabajo, ser y tener, etc., la marcaron de una forma peculiar que, al ser observada desde sus exterioridades, se entendiĆ³ como un espacio/tiempo para la reproducciĆ³n de la existencia.

La irrupciĆ³n de lo diferente y lo distinto ha revalorizado la vida cotidiana, manifestĆ”ndose en la presencia de sĆ­ntomas como la importancia que empiezan a adquirir los procesos locales, especĆ­ficos y particulares. Lo individual, como Ć”mbito para acercarse a las libertades, es mirado desde mĆŗltiples horizontes. Las discusiones sobre la problemĆ”tica del sujeto han propiciado encuentros y problematizaciones; ello ha sido facilitado por la quiebra de las grandes maquinarias centralizadas, la ineficiencia y el papel contraproducente de las enormes burocracias, por el reconocimiento de realidades heterogĆ©neas, la desmasificaciĆ³n de las necesidades y la presencia inĆ©dita de los descubrimientos cientĆ­ficos y tecnolĆ³gicos.

La vida individual replantea lo pĆŗblico y lo privado; las exigencias de autonomĆ­a y el regreso a sĆ­ mismo muestran Ć”mbitos para pensar los lĆ­mites y las fuerzas que se entrecruzan en lo cultural, lo social y lo polĆ­tico en la estructuraciĆ³n de las subjetividades en las que la libertad se torna en una dimensiĆ³n que siente. MĆ”s que un individualismo cerrado y abstracto nos percatamos de caminos para redescubrir la convivencia, la democracia como diĆ”logo entre distintos, la condiciĆ³n para los intercambios en las diferencias, la comuniĆ³n de soledades. Es un replanteamiento para regular y contener las violencias y crueldades que emanan de una Ć©poca titĆ”nica y prometeica, de crecimientos desmesurados e ilimitados. Desde allĆ­, sin triunfalismos, buscamos nuevas sensibilidades mediante una cercanĆ­a con las imĆ”genes de lo originario y de lo presente muy cercanas a la educaciĆ³n estĆ©tica del alma.

La vida cotidiana recibe el impacto de los cambios cientĆ­ficos y tecnolĆ³gicos, cuya naturaleza redirecciona la producciĆ³n industrial, actĆŗa en los modos de percepciĆ³n, de aprehensiĆ³n de las realidades y en la manera de vivir lo fĆ­sico, lo biolĆ³gico y lo antropolĆ³gico. Estas dinĆ”micas se estructuran en el desarrollo de la microelectrĆ³nica, la cual se integra en un nuevo paradigma tecnoproductivo con la informĆ”tica, las telecomunicaciones y la biotecnologĆ­a, abriendo posibilidades insospechadas que amplĆ­an los lĆ­mites de lo incierto: a mayor saber, mayores dudas; la claridad baila en atardeceres con la oscuridad; saber e ignorancia se abrazan en una danza de unicidades que recuerdan el hermetismo alquĆ­mico por sus misterios.

En relaciĆ³n al tiempo en la cotidianidad, Ć©ste ha sido concebido como una temporalidad homogĆ©nea y lineal que tiende a unificarse, funcionalizarse y cuantificarse. En esa homogeneidad se insertan las separaciones, las rupturas y las sĆ­ntesis. Las nuevas disrupciones, los cambios cientĆ­ficos y tecnolĆ³gicos, muestran que las grandes totalizaciones y, por consiguiente, las homogeneidades, pierden su legitimidad y comienzan a aparecer los tiempos mĆŗltiples y diversos, policromĆ”ticos, una constelaciĆ³n de paradigmas que incorpora lo plural, lo diverso e indeterminado, es decir, lo temporal corre en el caos, las alteraciones y lo azaroso.

En cuanto al espacio, el mundo de la modernidad se «estructurĆ³ sobre una construcciĆ³n espacial de carĆ”cter pĆŗblico surgida de un acuerdo consensual que integraba valores, luchas y esperanzas» (Garavito: 1990:51). Las actuales circunstancias, segĆŗn este autor, dan lugar a los espacios publicitarios, a lo hiperreal, a la molecularizaciĆ³n, a la diversidad y a la multiplicidad de los espacios, creando nuevas relaciones y estilos de conquista donde lo puntual, lo local y lo especĆ­fico comienzan a tejer nuevos reacomodos.

La realidad, como representaciĆ³n unitaria a partir del pensar cartesiano, se fractura dando lugar a elaboraciones de lo «real» como dinĆ”micas localizadas y fragmentarias. Las nociones de universalidad se trastocan y emergen los juegos del lenguaje, los intercambios simulados y los diseƱos y teorĆ­as de lo especĆ­fico y singular.

La historia del presente, del aquĆ­ y ahora, define nuevos sentidos y sensibilidades; la eficacia simbĆ³lica de las grandes totalizaciones se desvanece y la vida de todos los dĆ­as, la de los sueƱos, el trabajo, la recreaciĆ³n, la vecindad, los encuentros, la enseƱanza, la pareja y el amor; las astucias del saber, el poder y la razĆ³n, se leen desde una cotidianidad que se va haciendo desde las escalas mundiales replanteadas en lo local y particular.

La vida cotidiana hoy, sus tendencias y rasgos, se pueden sintetizar de la manera siguiente:
La cotinianidad implica simultĆ”neamente las nociones de lo precario y lo provisorio: «La materia de lo cotidiano se hace mĆ”s aleatoria, menos previsible y menos planificable» (Hopenhayn, M.: 1990:6).
Las dimensiones de lo reiterativo pierden cada dƭa mƔs fuerza; los esquemas y modelos de base con los que construimos las diversas formas de saber se tornan relativos e incluyen la incertidumbre y el riesgo permanente.


La incorporaciĆ³n de la velocidad es un componente esencial para crear, superar los umbrales de la sobrevivencia y ampliar los lĆ­mites mediante sistemas abiertos de conocimiento, relacionados de manera activa y diversificada con entornos cotidianos impactados por los efectos cientĆ­ficos y la creciente artificialidad y tecnologizaciĆ³n de la vida diaria. La velocidad y el cambio, por oposiciĆ³n a lo reiterativo, se pueden condensar en el siguiente pĆ”rrafo, donde se cruzan lo efĆ­mero y el cambio, las seducciones del presente y el futuro correteando en los bordes de la incertidumbre:


«El 40% de los productos que usamos desaparecerĆ”n del mercado antes de cinco aƱos, mientras que el 50% de los que se venderĆ”n en los prĆ³ximos diez aƱos todavĆ­a no se han inventado» (Ɓvalos, I.: 1993:3).


Las vivencias que nos muestran lo precario y lo provisorio permiten la emergencia de nuevas nociones de tiempo, el aquĆ­ y el ahora. El presente es la expresiĆ³n de una vida a corto plazo y hacia lo inmediato, y revierte en aceleraciones que polarizan con el «tempo» interior, la creaciĆ³n de imĆ”genes que nos muestran la diversidad y la pluralidad, que nos preguntan por lo interior, por lo que se siente y por el cuerpo. Desde la poesĆ­a, Rafael Cadenas y Octavio Paz nos dan una posibilidad de acercarnos al presente, de sentirlo y de encontrar otra posibilidad para vivenciarlo. Lo poĆ©tico resulta un hermoso camino para llegar a sus cercanĆ­as sin violentar sus encantos. Para el primero:


«Tal vez no haya ninguno, tal vez cuando se prescinde de la idea de camino, de distancia a recorrer, y recobra su intensidad el presente, puede sentirse la cercanĆ­a del misterio» (Cadenas, R.: 1994:19).

Y, el segundo, nos revela la relaciĆ³n presente/presencialidad cuando nos presenta lo siguiente:

«Pero los poetas saben algo: el presente es el manantial de las presencias» (Paz, O.: 1992:122).
Lo particular, lo especĆ­fico, el detalle y las microcoyunturas, se tornan relevantes y se expresan en la manera como se abordan las relaciones con lo pĆŗblico, con la participaciĆ³n, con las relaciones de poder y autoridad, con los enfoques y las teorĆ­as construidas y legitimadas desde sus especificidades. Los saberes y conocimientos conforman mĆŗltiples «collages» no regulados por totalizaciones y lĆ³gicas del sentido dominadas por lo homogĆ©neo.


Una menor repeticiĆ³n de hĆ”bitos, destrezas y competencias, y una mayor reestructuraciĆ³n en las maneras de pensar y sentir que tiende a una revalorizaciĆ³n de la autonomĆ­a. 


«En sĆ­ntesis, lo cotidiano viene marcado con los signos de una menor continuidad, una mayor velocidad, un cortoplacismo exagerado y una cierta complacencia minimalista» (Hopenhayn, M.: 1990:6).
Tomado de: Revista Iberoamericana de EducaciĆ³n NĆŗmero 14 FinanciaciĆ³n de la EducaciĆ³n


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